Las recetas de Marine Le Pen basadas en el nacionalismo, el proteccionismo y el rechazo al extranjero, son ciertamente burdas, pero pueden prender en el contexto francés actual. Más aún cuando falta una alternativa cultural y política clara, con un socialismo a la deriva y un centro-derecha cuyo candidato, François Fillon, se desangra por el escándalo que afecta a la contratación de su mujer Penelope.

La suerte de Francia es, además, la suerte de la Unión Europea en su conjunto. Alimentar el miedo a Le Pen ya no basta, es dramáticamente urgente ofrecer una alternativa a la altura de este desafío.

Por fin ha triunfado el candor. Por fin ha llegado la esperada apoteosis para la más conmovedora de las historias de confianza conyugal que se recuerdan. Por fin la hija del heredero político de Franco a título de rey, puede compaginar con el espíritu sereno y el alma tranquila su total ignorancia en economía doméstica con su trabajo de asesora de un banco financiero suizo. Un emocionado Simplicius, propone al Gobierno de España que contando como no podía ser de otra manera con el nihil obstat de la Conferencia Episcopal, instituya las siguientes Medallas Laureadas. La Medalla de San Candorcio, para todas y todos los que creen que el dinero que entra a espuertas en su casa lo traen los ángeles. La de San Choricio, para los susodichos ángeles. La de San Tontoncio, para todas y todos los que creen que en España la justicia es igual para todos. La de San Espabilancio, para todas y todos los que votan a los partidos que protegen a los merecedores de los anteriores galardones. Finalmente la de San Belorcio, para todas y todos los que quieras o no, hacemos de comparsas de esta enorme charanga. ¿Cuándo nos vamos?