Siendo un poco serios, que es lo que hay que ser, un Parlamento en una democracia es el sancta sanctorum; quienes allí se sientan designados por voluntad de la ciudadanía deben hacerlo con el peso inmenso de la responsabilidad sobre sus espaldas y el máximo respeto a una institución que no es suya, es de todos porque decide sobre las vidas de todos. Esto, ya digo, siendo un poco serios. Luego nos va la marcha, no nos engañemos. Y también seamos honestos, a veces una buena performance da mucha más repercusión mediática o tuitera que el más brillante y fundamentado soliloquio. El fenómeno ni es nuevo ni exclusivo. Cada uno con su estilo, imaginemos la pelmada que dio en el Senado romano lo de Cartago debe ser destruida y ahora es un clásico, por no hablar de los auténticos cuadriláteros de pressing catch que se han montado en parlamentos a lo largo del ancho mundo, pasando por las más variadas circunstancias nada parlamentarias de las que no se ha escapado ningún Legislativo. Ahí está el último momentazo protagonizado por Podemos y PP en el Congreso, en plan West side story pero sin música: caradura, y tú más, a que voy, a que no vienes, todo acompañado de sus correspondientes acusaciones y desmentidos. Se debatía sobre puertas giratorias, pero ya es lo de menos, me temo.