Las informaciones sobre el cáncer han derivado, con mucha frecuencia, en una ración temporal de datos estadísticos en los que no solo se da cuenta del número de enfermos, muertes y curaciones, sino que también se trasladan a porcentajes el aumento o descenso de un tipo de tumores, la mayor o menor incidencia de unos u otros hábitos de vida. Las cifras no enmascaran, ni lo pretenden, los dramas personales y familiares, y ayudan a interpretar y orientar los tratamientos, los riesgos de consumos insanos o las campañas de prevención. A grandes rasgos, las últimas cifras dicen que el número de afectados por cáncer aumenta de forma importante, pero también los casos de éxito en la curación. De cualquier forma, es una batalla despiadada en la que pesan tanto los tratamientos clínicos como la fuerza de los pacientes y el apoyo de su entorno más cercano. Los tratamientos se demuestran cada día más eficaces, pero en esa batalla que sostienen los científicos contra los tumores hay días de buenas noticias por nuevos descubrimientos y días de inquietud ante la aparición de amenazas desconocidas. Sea como fuere, la sociedad está embarcada en esta lucha; y si importante es combatirlo desde la prevención siguiendo las recomendaciones de adoptar unos hábitos de vida sanos, no lo es menos la implicación de las Administraciones públicas. Es cierto que las campañas de conciencia y prevención tienen un efecto positivo, pero resulta imprescindible volcarse en la financiación de la investigación si se quieren mejorar los objetivos. Pero en este punto tan sensible hay lagunas; el presidente de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (Aseica), Carlos Camps, advertía semanas atrás de la poca relevancia social que la investigación oncológica tiene en el Estado, pese a contar con cualificados profesionales, y alertaba de que se ha perdido casi una década por el descenso de la financiación, resaltando tanto la baja cifra de patentes conseguidas como la aplicabilidad directa de las investigaciones en sus pacientes. Pelear contra el cáncer no es barato, pero cualquier inversión es rentable, no solo en vidas, también si comparamos, por ejemplo, que el coste anual de atender el cáncer laboral ascendió a 158 millones de euros. Estamos ante el mayor problema sociosanitario; y en la misma medida, sería conveniente acompañar las estadísticas referentes al seguimiento del cáncer con otras que expresen, en cifras, el apoyo a los enfermos y a la investigación.
- Multimedia
- Servicios
- Participación