vuelve Prigioni. Ustedes ya lo sabían, claro, pero yo no tenía todavía muy claro si era una buena noticia o un mero ejercicio de marketing con el que el club intentaba atraer a los nostálgicos. Decidí aparcar mis expectativas hasta comprobar sobre el terreno, en este caso la cancha, las prestaciones que pueda ofrecer un jugador de casi 40 años que podría llegar de vuelta tras un periplo de cuatro años por la NBA. Pero el otro día le presentaron en sociedad y pude observarle más de cerca. Lo que dijo me confirmó que sigue siendo un tipo muy listo y, aún más importante, al que le sigue apasionando este juego del que no se siente en absoluto saturado. La fidelidad por el club que le hizo grande también es un valor añadido para esperar grandes cosas de su retorno. El que haya rechazado la oferta de un desesperado Barcelona para aceptar un rol, en principio, algo menor en el Baskonia “porque tenía claro que no podía jugar en otro sitio” supone un chute de romanticismo que, qué quieren que les diga, a mí me pone y me termina de despejar todas las dudas. Ahora que se acerca el momento de su debut, precisamente ante el Barça, confieso que se acrecientan mis ganas del reencuentro. Llámenme ñoño, pero este tipo de cosas me motivan más que un triple de ocho metros.