Se ha cumplido un año desde que empezara la campaña de las generales de 2015, cuando comenzó el año más loco que se recuerda en la política española. Formado por fin el Gobierno, se observan en la última semana movimientos interesantes. Por un lado, los guiños que la ministra negociadora, Soraya Sáenz de Santamaría, ha lanzado al PNV nada más constituirse el Gobierno Vasco con lo de “dar una vuelta” al rosario de recursos contra leyes y decretos vascos -matizada por el ministro de Justicia horas después-. Esa facilidad con la que ahora parece se pueden reconducir discrepancias competenciales antes solo judicializables da que pensar: sobre la necesidad que puede tener el PP de pescar los votos jeltzales para los Presupuestos del Estado, sobre el peso jurídico real que puede haber detrás de esos recursos y sobre si no hubo en ese impulso litigante algo de maquiavélica táctica política para tener una baza sobre la que ceder en una negociación. Y, por otro lado, el acuerdo nada baladí que PP y PSOE han cerrado sobre el techo de gasto -puntal de los Presupuestos- y subida del SMI, que sigue al pacto en torno a la modificación de la Lomce. Mariano Rajoy está en minoría, sí, pero sufre lo justo para no perder estabilidad, mientras el PSOE gana tiempo para recomponerse. Hay juego sobre la mesa.