“B ajaré los impuestos”, bramaba Rajoy hace cinco años cuando se presentaba contra Zapatero en las elecciones. Ganó con mayoría absoluta. No tardó ni un mes en subirlos, como tampoco ha dudado en vaciar la hucha de las pensiones para compensar la generalizada bajada salarial que ha llenado las empresas de trabajadores pobres. “Ahora que las cosas van bien sí que voy a bajar los impuestos”, vociferaba de nuevo aproximadamente dos años atrás cuando veía que se acercaban otras elecciones y tocaba rendir cuentas. Y los bajó. El déficit se disparaba pero no importaba, que ahí seguía la hucha de las pensiones -esa que había heredado de Zapatero con 68.000 millones- para echar mano de ella y seguir ganando elecciones. Y volvió a ganar... y volvió a ganar. Y por fin pudo formar Gobierno, chuleando a uno de los nuevos partidos y aprovechándose también de la sempiterna incapacidad de la izquierda para aunar fuerzas. Los impuestos seguían bajados -no tanto como antes de su llegada al poder, pero algo es algo- y nadie se acordaba ya de su compulsiva tendencia a la mentira. Una vez instalado de nuevo en La Moncloa y con cuatro años por delante, la historia se repite: suben los impuestos. Desde luego, tenemos lo que nos merecemos.