el Baskonia pierde algunos partidos de los que no se pueden escapar y se muestra demasiado inferior en ciertos encuentros que sí serían a priori susceptibles de derrota. Es cierto que ha encadenado algunos triunfos de mérito (Real Madrid, Fenerbahce) pero también lo es que ha fallado más de la cuenta en casa con agónicos triunfos contra el Zaragoza o el Bamberg y las derrotas frente al Olympiacos y la de ayer ante el Tenerife. Resultados aparte, que en realidad no son tan importantes a estas alturas de la temporada, lo cierto es que el equipo desprende algunas sensaciones preocupantes a medida que avanzan las competiciones. Da la impresión de que este grupo adolece de dureza -física y mental- para afrontar con garantías el excesivo calendario que los rectores del baloncesto europeo y ACB nos han colocado por delante. También es verdad que la plantilla se ha visto un año más perjudicada por un reguero de lesiones que le condicionan aún más en la, seguramente, campaña más complicada y exigente en la historia del club vitoriano. Que al equipo le sobra clase y talento parece fuera de duda, pero quizá con eso no sea suficiente. El déficit de actitud, de solidez, de consciencia de que no hay partidos pequeños no se suele perdonar en Vitoria.