Iñigo Urkullu tomó ayer posesión de su cargo en un solemne acto de jura como lehendakari que tuvo lugar en la emblemática Casa de Juntas y bajo el Árbol de Gernika. La ceremonia, cargada de emotividad, mantuvo la misma formulación que hace cuatro años, cuando Urkullu fue proclamado lehendakari por primera vez. “Humilde ante Dios y la sociedad, en pie sobre tierra vasca, bajo el roble de Gernika, en recuerdo de los antepasados, ante vosotros, representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo”, fue le enunciado que, inspirado en el ya tradicional usado por primera vez por el lehendakari José Antonio Aguirre hace ochenta años, con ligeros pero significativos retoques -en especial, las referencias a la sociedad y a los representantes democráticos-, utilizó Urkullu ante un ejemplar del Estatuto y otro del Fuero Viejo de Bizkaia. Pero más allá de lo meramente simbólico -como la especial visita del lehendakari al Árbol Viejo tras la jura- y de la evidente conexión con una arraigada tradición, la ceremonia de ayer, como continuación lógica de los pasados plenos de investidura y las reacciones tras la elección de Urkullu en el Parlamento Vasco con el aplauso unánime de la Cámara, tuvo también un destacable contenido político derivado, en primer lugar, de la asistencia plural que tuvo el acto -con la reseñable presencia de la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría, el president Carles Puigdemont y también de varios representantes de EH Bildu, entre ellos Arnaldo Otegi- como de los coincidentes llamamientos al diálogo, la lealtad y el entendimiento. Podría entenderse que estas presencias -hasta ahora inéditas- de algunos representantes políticos y sus palabras no son sino muestras de cortesía dentro de un acto protocolario. Pero la continuidad de estos gestos denota un sincero deseo de enterrar el enfrentamiento estéril y buscar el acuerdo, entendiendo siempre cuál es el papel de la oposición. Es, sin duda, una victoria atribuible al propio lehendakari Urkullu por su empeño en mantener la cultura del pacto, de la que el acuerdo de gobierno con el PSE es una de sus mejores expresiones. Es de esperar, en este sentido, que las buenas intenciones anunciadas por la representante del Gobierno español en su apelación a “hablar” y “trabajar juntos” sea algo más que mera cortesía y se haga realidad más temprano que tarde.
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