Creo que era el 92. A mi hermano le entró uno de esos momentos de responsabilidad para conmigo. BB King iba a venir a Gasteiz, a actuar al Festival de Jazz y me dijo: “Tienes que venir”. No era el blues mi fuerte por entonces aunque, como es evidente, había oído alguna cosa del de Misisipi. Pero no me dejó opción. Aquel señor era un maestro que venía a nuestra ciudad y no me lo podía perder, que vete tú a saber qué le podía pasar a él o a mí en el futuro (luego, la verdad, es que estuve en varias de sus actuaciones). Es más, le vi tan convencido que ni se me pasó por la cabeza decirle que tenía cosas mejores que hacer un viernes por la noche. Así que él se encargó de todo, habló con mis padres para que nos dejasen ir solos, compró las entradas y a Mendizorroza que nos fuimos. Lucille y su dueño aparecieron en escena después del primer concierto y aquello fue épico. Nos lo pasamos como enanos y cuando salimos, me preguntó: “¿Ves cómo ha merecido la pena?” Pues sí, para qué lo íbamos a negar. De aquella enseñanza me he acordado muchas veces. Es necesario dejarse aconsejar y tener curiosidad. Lo que me pregunto ahora es si sigue habiendo hermanos mayores que un buen día te cogen y no te dejan ni votar sabiendo que va a merecer la pena.