Con la reapertura de la sala Bataclán y los actos de homenaje en los diferentes escenarios de París en los que se produjeron las matanzas yihadistas el 13 de noviembre de 2015, Francia conmemoró ayer el primer aniversario de uno de los atentados más sanguinarios y a la vez perturbadores que han tenido lugar en Europa. Con el doloroso y sentido recuerdo de las 130 víctimas de la barbarie pero también con la plena constancia de la realidad de la permanente amenaza terrorista, la ciudadanía francesa lucha, aún en estado de shock un año después, contra el miedo y por mantener la normalidad en sus vidas. Una batalla diaria que se libra incluso en los pequeños detalles: al coger el metro, en las terrazas de la ciudad, en los espectáculos, en las calles. La apertura de Bataclán -donde hubo 89 muertos por el ataque yihadista- a cargo del cantante Sting, es, en este sentido, uno de estos pequeños triunfos contra el terror. Pero en estos últimos doce meses, los ciudadanos de París se han visto obligados a convivir con el miedo y con las extremas medidas de seguridad impuestas en prevención de nuevos ataques. Cerca de 10.000 soldados patrullan las calles de la capital francesa y el país ha endurecido de manera desmesurada, en aras a una supuesta seguridad, las leyes antiterroristas y mantiene aún el estado de emergencia, que, según anunció ayer el primer ministro Manuel Valls, se prolongará aún “unos meses” más. Lo resumió el propio presidente galo, François Hollande: “Ya no somos como antes”. En efecto, nada es igual. Las autoridades insisten en que la seguridad total no existe e intentan socializar entre la población la idea de que Francia volverá, tarde o temprano, a ser objeto de algún gran atentado. De hecho, ya lo fue de nuevo el pasado julio en Niza, cuando un hombre, en nombre del Estado Islámico, arrolló a una multitud con un camión asesinando a 84 personas. Europa es un objetivo terrorista y la ciudadanía es consciente de ello. Debe serlo. El ministro belga de Interior, Jam Jambon, afirmó ayer que entre 3.000 y 5.000 yihadistas que se encuentran combatiendo en Siria podrían regresar a Europa. Sin embargo, la población en general se niega a vivir atenazada por el miedo y a abandonar sus principios democráticos de paz, libertad y tolerancia, tal y como quedó patente ayer en los actos de homenaje a las víctimas.