Curiosos momentos. Parece como si le hubiéramos dado a la tecla de pausa. Frecuento las tertulias, a ver cómo está el patio tras la elección de Donald Trump y veo que ya vamos formando equipos. Por un lado, están los de aprovechemos que el Pisuerga pasa por Valladolid para azotar a Podemos, haya o no motivo. Partiendo del TTIP, hay quien ha llegado a la conclusión de que Trump y Pablo Iglesias pueden acabar compartiendo fotografía en algún rancho de Texas. Luego están los que, expertos en ciabogas, andan ya adaptando el discurso, del descalificativo hacia Trump y la proclamación de su imposible victoria, del fin del mundo si eso llegara a ocurrir, al convencimiento de que no será para tanto. Ahora nos dedicamos a desear que un presidente electo no cumpla sus promesas electorales, cosas veredes. También, los que desprecian sin remilgos a quienes critican el sistema -el traído y llevado establishment que le ha hecho el abrazo del oso a Hillary Clinton- porque seguramente es más fácil mirar al dedo que a la luna; aunque no es menos cierto que cuando uno vota o no vota es responsable de lo que vota o deja de votar. Quizá lo único seguro ahora mismo respecto a Trump es que nada hay seguro. Y en estas se muere Leonard Cohen, que viene a ponerle banda sonora solemne y grave a esta pausa.