Fue el propio Mariano Rajoy quien en una ocasión ensalzó su previsibilidad como una virtud política. Ha nombrado Rajoy a su nuevo Gobierno en un ejercicio de sí mismo, de eso que la portada de La Razón definía ayer como “la era II del marianismo”. Continuismo ha sido una de las palabras que más se han oído en estas primeras horas con respecto a los nombramientos. En este sentido, la decisión de mantener al mismo equipo económico, el tándem Montoro-De Guindos unido a Báñez, parece un claro mensaje a Bruselas -que espera ya los detalles de un recorte de 5.500 millones de euros para 2017- respecto al compromiso de contención presupuestaria, mensaje a Europa que se acrecienta con el relevo de García-Margallo en Exteriores por Alfonso Dastis, hasta ahora embajador permanente de España ante la UE. De gran interés el papel de Sáenz de Santamaría, ahora también al frente de la cartera de Administraciones Territoriales rebautizada rápidamente como ministra para Catalunya y, convendría añadir, Euskadi. El morbo político se concita en su convivencia en el Consejo de Ministros con De Cospedal. El nuevo portavoz, Méndez de Vigo, dijo ayer que Rajoy les ha pedido “hablar, dialogar, pactar y consensuar mucho”. A él le va a tocar aplicarse el consejo, con la Lomce sobre la mesa.