Una de las conclusiones del debate de investidura fue el interés de Pablo Iglesias por erigirse en líder de la oposición y el no menor del PP por reconocerle como tal. El toma y daca dialéctico de Iglesias y Mariano Rajoy, con la refriega posterior con Rafael Hernando -el poli malo-, fue quizá el anticipo de un arranque de legislatura en la que difícil lo va a tener el PSOE para hacerse un hueco en el escenario. Al final va a resultar profético de algún modo aquel “vais muy bien” que Rajoy le dedicó a Iglesias durante la recepción con motivo del Día de la Constitución el año pasado, y ya en plena campaña electoral, que dejó entre estupefactos y tácticamente satisfechos a algunos socialistas. La ventaja de Iglesias es que ese discurso que perimetró el jueves, con alguna píldora que parecía más destinada a la parroquia tuitera, difícilmente lo va a transitar el PSOE -al menos por el momento-, un campo abierto que le viene muy bien al PP para tener una némesis clara con la que medirse... y que precisamente por lo mismo puede ser rentable para Podemos. Y un terreno que promete grandes tardes de debate parlamentario, al menos seguro que no aburridas, entre Rajoy, con su retranca gallega y su me fumo un puro, e Iglesias, con su oratoria directa 4.0.