Habrán oído o leído algo sobre el ciberataque del viernes contra el proveedor de internet Dyn, que dejó sin servicio o dañó a webs tan populares como Twitter, Spotify, Amazon o Paypal. Confieso que, como espectadora profana en la materia más allá del nivel usuario, asisto a este tipo de noticias como de cría a aquella peli de los ochenta, Juegos de guerra. Pero la noticia tiene un interés -y bastante inquietante- más allá de la anécdota, el de la guerra 4.0, las batallas que además de librarse en las trincheras, mediante misiles lanzados a kilómetros de distancia o con drones armados. Hoy en día, un ataque cibernético contra los intereses económicos o gubernamentales de un país puede ser inmensamente dañino. Y aquí entra la gran pregunta, ¿fue puro vandalismo digital o habría que buscar a un responsable con intereses político-económicos? Dos grupos se han atribuido el ciberataque por ahora: Anonymous y New World Hackers. Pero las teorías de la conspiración son múltiples, algunas miran a Moscú y alguna, en una pirueta que subraya que dos de las webs perjudicadas fueron las de The New York Times y Twitter, como bastiones contrarios a Donald Trump, permite incluso regodearse en la conspiranoia recordando los halagos mutuos que Trump y Vladímir Putin se han dispensado. ¿Continuará?