El rechazo ayer, en la Comisión de Fomento del Congreso de los Diputados, de una iniciativa del PNV que solicitaba la presentación urgente de la planificación de las obras pendientes del Tren de Alta Velocidad (TAV) en Euskadi, así como ampliar la encomienda de la gestión del denominado Nudo de Bergara y de los accesos a las capitales vascas confirma el escaso interés del Gobierno español del PP por terminar de encauzar una obra esencial para la vertebración de las comunicaciones en los territorios vascos. No supone una novedad, por cuanto el Ejecutivo que ha presidido y ahora preside en funciones Mariano Rajoy ha incumplido sistemáticamente plazos y adjudicaciones previstas en las obras del TAV tras priorizar, por mero interés político y/o electoral, la extensión de la red de alta velocidad ferroviaria en otras comunidades y provincias, pero sí prolonga esa actitud, lo que convierte en falsa quimera la pretensión explicitada por el Ministerio de Fomento de culminar las obras del TAV para 2019 y deja en evidencia el supuesto interés que pretende hacer patente el PP vasco, como ayer mismo en Juntas Generales de Bizkaia al instar a la Diputación a que se incorpore “a los ámbitos de trabajo” y colabore “con ideas y aportación económica” en la entrada del TAV en Bilbao. Pero, además, el rechazo de la iniciativa del PNV en la Comisión de Fomento fue una foto de una extraña confluencia de intereses al coincidir el voto contrario del PP con los de los representantes de EH Bildu y Podemos, quienes al parecer anteponen la falsa progresía ambiental de su histórico rechazo a la alta velocidad a la coincidencia con el Partido Popular que demonizan. Más aún, incluso comprendiendo como posible esa coincidencia de intereses de ambos extremos políticos, se hace mucho más difícil de entender el posicionamiento contrario de EH Bildu y Podemos a la finalización de la infraestructura porque no acabarla llevaría hasta el absurdo el supuesto derroche económico que han criticado y el presunto daño ecológico que han venido denunciando. Pero, además, en el caso de Podemos también porque contravendría la posibilidad de ofertar un transporte público de calidad. Y en el de EH Bildu por el contrasentido que supone que se oponga a una red de comunicación que debe servir para vertebrar y unir las distintas tres realidades políticas en que hoy se reparten los siete herrialdes vascos.