la Asamblea General de Naciones Unidas acaba de nombrar oficialmente al ex primer ministro portugués António Guterres como su nuevo secretario general. Por aclamación, los 193 Estados miembros le han elegido como sucesor del surcoreano Ban Ki-moon. Con el importante currículum de haber estado diez años estuvo al frente del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), asumirá su nuevo cargo el 1 de enero, con un mandato inicial de cinco años, que vence el 31 de diciembre de 2021. Guterres partía desde un principio con desventaja. Por su sexo -decenas de países hicieron campaña para que la elegida fuese una mujer- y por no proceder de Europa del Este, región a la que, por la tradición de rotación geográfica, le correspondía el cargo. Pero desde que comenzó el proceso en julio se ha ido imponiendo con rotundidad en todas las votaciones informales. António Guterres se pone al frente de la ONU en medio de la división mundial por el conflicto de Siria, el arduo debate seguridad-libertad y cómo combatir el terrorismo yihadista con eficacia, y la mayor incertidumbre que ha rodeado a la organización en sus 71 años de existencia. Con buena parte de la opinión pública mundial criticando la incapacidad del organismo para asumir un papel más activo en detener la guerra en Siria, origen de la mayor catástrofe humanitaria en la historia moderna, el portugués tiene el difícil reto de ampliar la capacidad negociadora de Naciones Unidas, dotar de sólida cobertura legal sus misiones y potenciar la eficacia de sus intervenciones. Además de las amenazas tradicionales a la paz y seguridad, el terrorismo y el crimen organizado internacional utilizan hoy en día métodos no convencionales (fácil acceso a armas químicas o biológicas, el ciberespacio como escenario de masivos ataques....) que constituyen nuevos desafíos. A esto hay que sumarle las nuevas epidemias y el cambio climático que igualmente representan una amenaza para la supervivencia de millones de seres humanos. Para enfrentar estos desafíos, Guterres debe pone el acento en el fortalecimiento de los vínculos entre los tres pilares de la ONU: paz y seguridad, desarrollo, y derechos humanos. Sólo así podremos dejar a las generaciones venideras un mundo con desarrollo sostenible, plenamente igualitario, más humanitario y en paz.