No soy una ortodoxa de eso de que una imagen vale más que mil palabras. Una imagen o mil palabras pueden ser igual de engañosos, incluso nuestros propios ojos cuando observan o cuando leen pueden engañarnos. Quizá me inclino más por pensar que hay imágenes y textos que te dejan sin palabras. “Estuve cuatro o cinco días y noches en la frontera, pero este momento fue muy veloz: los refugiados venían y venían”. Así explicaba Warren Richardson cómo logró hacer la fotografía ganadora del World Press Photo, el premio de fotoperiodismo más importante, tomada en la frontera entre Serbia y Hungría el año pasado. Esa es una de las imágenes que se pueden disfrutar hasta el 15 de noviembre en el antiguo depósito de aguas de Montehermoso. La imagen, en blanco y negro, tomada de noche sin flash para no alertar a las autoridades, muestra a un bebé pasando de las manos de un hombre a otras manos bajo un alambre de espino, con la luz de la luna iluminando el rostro del hombre y el de la criatura. La historia posterior de la foto es casi tan relevante como su contenido: Richardson trató de venderla a varias agencias de noticias, ninguna la compró y no se llegó a publicar. Una historia sobre otra historia de la historia. Una imagen ante la quedarse sin palabras.