Bueno, pues hemos echado la persiana olímpica. Como mola eso de los balances y los rankings y los mejores momentos y tal, ahí van algunos rescatados de lo poquito que he podido seguir en la auténtica avalancha de competiciones que supone unos Juegos. La gimnasta estadounidense Simone Biles, una mujer con un talento descomunal, y sus ejercicios de suelo. La llegada en plancha de la bahameña Shaunae Miller en los 400 metros que valió un oro. La rabia de las mujeres del equipo español de balonmano al caer en la prórroga ante Francia cuando tuvieron la victoria tan cerca, qué lástima. El genial equipo de baloncesto femenino de EEUU y las no menos geniales mujeres del español, de ese triple prodigioso contra Turquía sobre la bocina de Anna Cruz. El selfi de dos gimnastas de Corea del Norte y Corea del Sur. El gesto de fair play de la neozelandesa Nikki Hamblin y la estadounidense Abbey D’Agostino en los 5.000 metros. La emoción de Almudena Cid narrando en televisión el gran concurso del conjunto español de rítmica hacia la medalla. La apabullante superioridad de Usain Bolt y la no menos apabullante de Michael Phelps. Sí, claro, la misteriosa piscina verde. Y el Lochtegate. Y el primer ministro de Japón ataviado de Mario Bros recogiendo el relevo olímpico para Tokio 2020.
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