Mariano Rajoy está empeñado en convertirse en su personaje y la rueda de prensa que ofreció tras reunir a la ejecutiva popular es la evidencia: “Podemos aceptar muchas cosas. O no”. Lo que siete días antes era “una vez conocidas las condiciones de Ciudadanos para negociar, las someteré a debate y aprobación por el Comité Ejecutivo Nacional del PP” -lo dejó escrito en Twitter-, el miércoles se convirtió en “nadie ha dicho una palabra de las condiciones”, “yo nunca lo he dicho”. Y, 24 horas después, Rajoy reapareció ayer para aceptar esas condiciones de las que nada sabía el miércoles. Doble mortal en plancha con medio giro, Rajoy se marca un Biles para acabar exactamente donde todos creíamos que estábamos el 10 de agosto. Peridis ha inmortalizado a Rajoy fumándose un puro y quizá sea la imagen que mejor define su modo de hacer política. La eterna espera. Hasta vencer al contrario por agotamiento o desesperación. Le suele salir bien. La cuestión es que el resto de jugadores parecen dispuestos a seguirle el rollo. Y aquí estamos, elevando a quintaesencia el concepto ganar tiempo. Al menos ahora tenemos una fecha: 30 de agosto. Propongo posponer las terceras elecciones, que ya se barruntan para el día de Navidad, al 28 de diciembre, Día de los Inocentes. Sería más apropiado.