A falta de que el Comité Ejecutivo del Partido Popular oficialice este próximo miércoles la más que previsible aceptación de las seis condiciones propuestas por Albert Rivera a cambio del voto positivo de Ciudadanos a la investidura de Mariano Rajoy, la presión interna y externa sobre Pedro Sánchez y el PSOE se hace cada día más intensa. En efecto, tras el cambio de criterio y posición de Ciudadanos -desdiciéndose y abandonando muchos de sus planteamientos iniciales- y su apuesta por dar el sí a Rajoy, los socialistas se encuentran ante una extraordinaria encrucijada en la que deben decidir si mantienen el bloqueo -con el riesgo más que cierto de abocar al país a unas terceras elecciones- o facilitan con su abstención la investidura del presidente en funciones. Ante la pasividad de Rajoy -incapaz de buscar apoyos, a la espera de que simplemente le lleguen, como, efectivamente, le ha ocurrido con Ciudadanos- y la resistencia sin alternativas de Sánchez, ha sido Albert Rivera quien, hábilmente, ha vuelto a tomar la iniciativa y el protagonismo. Lo hizo con su giro de posición hacia Rajoy y lo ha vuelto a hacer ayer a través de un artículo publicado en El País -gráficamente titulado A mis compatriotas socialistas- en el que aumenta la presión sobre el PSOE con el objetivo de buscar su abstención en la investidura. Para ello, el líder de Ciudadanos no duda en alabar al centenario partido y a su líder y en apelar a su historia, trayectoria y sentido de Estado, además de reconocer su labor, en el gobierno y en la oposición, durante los tiempos de la transición y años posteriores. Además, tienta a los socialistas a compartir con Ciudadanos una “oposición responsable y no populista” para liderar “las reformas, la regeneración y el control de la corrupción” que, reconoce, “nunca ha querido hacer el partido de Rajoy”. También el presidente en funciones contribuyó ayer a elevar la presión al PSOE al asegurar que unas terceras elecciones “sería una magnífica forma de que hiciésemos el ridículo todos”. No se trata de hacer el ridículo. Unos nuevos comicios -aún no descartados- sería un escenario catastrófico tanto desde el punto de vista político como económico y social. A Pedro Sánchez -desaparecido, como Pablo Iglesias- le corresponderá tomar una decisión sin duda difícil y que puede resultar dramática ya que, sea cual sea, puede acabar con su propio liderazgo en el PSOE.
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