Anda el amigo Donald Trump sembrao, entre sus rabietas respondiendo a los padres de un soldado musulmán muerto Irak, sus ambigüedades dirigidas a los fans de las armas y la última, al cierre de esta edición, calificando a Barack Obama de “fundador del Estado Islámico”. Pero quería pararme en la presentación de su agenda económica. Cabe suponer, por lo de multimillonario digo, que éste debería ser el punto fuerte de su campaña. Leo que su equipo económico está integrado, entre otros, por el multimillario responsable de un fondo de inversión, por un tiburón de Wall Street enriquecido gracias a su ojo apostando por el hundimiento del mercado hipotecario de sus compatriotas y por un petrolero conocido como el rey del fracking. Todos ellos, sí, multimillonarios. Que no es un pecado en sí mismo; pero, curiosamente, la estrategia electoral de Trump se ha sustentado en dirigirse a esa clase media golpeada por la crisis. Y dicen que esa clase media es precisamente la que ha encumbrado, contra pronóstico, a Trump a la candidatura republicana haciendo temblar a una Hillary Clinton a la que ven como parte del establishment. Y me pregunto, ¿un gobierno y las cuentas públicas de un país se deben gestionar exclusivamente con el espíritu de quien gana dinero haciendo negocios?