Pues ya estamos metidos en harina a tope. Lo bueno de las fiestas es que en cualquier momento te asalta el momentazo. Por ejemplo, en esto de las fiestas existe también el I+D. Desconozco si hay algún programa del Gobierno Vasco impulsando la innovación y desarrollo en materia jaranera pero, yo ahí lo dejo, tengo la impresión de que podríamos ser potencia mundial. Y ahí andábamos el día 5, cumplimentando con la patrona, cuando escuchamos una txaranga por Mateo Moraza. Normal, dirán. No, señores, no. No es normal que una txaranga en pleno centro gasteiztarra se esté marcando La saeta de Joan Manuel Serrat, versión de un poema de Antonio Machado. Nos asomamos y nos encontramos una cuadrilla, qué sé yo, cincuenta blusas y neskas, formando en dos filas a paso procesión siguiendo el ritmo de la música. Y en el centro, seis blusas con una neska a hombros, agachados y... ¡al cielo con ella! Ya digo, por un momento estábamos en la madrugá sevillana. Claro. La cosa se lió un poco cuando la txaranga cambió de tercio y las disciplinadas filas formaron una melé brincante. Magnífico. Solo puedo decir eso. Luego llegó Paquito el chocolatero, clásico básico e inmortal. Hay grandes momentos de la fiesta que no aparecen en el programa.