La presencia de Euskadi en el Smithsonian Folklife Festival no se queda en el privilegio de mostrarse a todo Estados Unidos desde el National Mall de Washington. Tampoco en el detalle, nada anecdótico, de que nuestro país es la primera región del sur de Europa que recibe la invitación de un evento sociocultural con más de un millón de visitas in situ en apenas diez días y seguido a través de internet por más de 40 millones de personas. La escenografía vasca que se reproduce en el espacio entre el monumento a Washington y el Capitolio es en realidad la tramoya de la actualización del espíritu que a principios del siglo XX impulsó a más de cuatrocientos mil vascos de Hegoalde e Iparralde, su tenacidad y trabajo, a los montes de Oregón, Nevada, Idaho... y cuyos descendientes, asentados en EEUU, influyentes en muchos casos, han contribuido de modo esencial a que la actual realidad vasca tenga ahora esta oportunidad de darse a conocer en la que sigue siendo primera potencia económica, que comienza además a cambiar su percepción del mundo. El Smithsonian, más allá de enseñar nuestra música, gastronomía, literatura, el euskera... de enseñarnos a nosotros mismos, nos debe permitir situarnos de referencia para ese cambio, ese nuevo interés de la sociedad estadounidense por lo que hasta ahora le había sido desconocido, y ofrecer Euskadi de puerta a esta Europa que también muta pero en la que lo vasco se presenta como valor permanente y al tiempo actualizado y capaz en este aún indescifrable siglo XXI. También establecer fundamentos para ahondar en una relación comercial creciente, toda vez que EEUU es ya el tercer destino de nuestras exportaciones tras Francia y Alemania, el primer destino de nuestras inversiones en el exterior y un mercado de 318 millones de personas que se amplía a más de 460 millones a través del North American Free Trade Agreement (NAFTA) con Canadá y México. El protagonismo de Euskadi estos días en el corazón de Washington, allí donde se concentra la historia y cultura de los Estados Unidos, es en definitiva otra conexión entre ambos lados del Atlántico, entre aquel nuevo continente al que emigraban los vascos del pasado siglo y los nuevos contenidos de esta Euskadi capaz de ofrecer al mundo tradición e identidad, sí, pero también capacidad de respuesta a los retos del futuro.
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