Seis meses y seis días después de las elecciones del 20 de diciembre, la ciudadanía está de nuevo llamada hoy a las urnas en unos insólitos segundos comicios generales que son cruciales para el futuro del Estado español y de Euskadi. La manifiesta incapacidad de los cuatro grandes partidos estatales para alcanzar un mínimo acuerdo para la gobernabilidad tras los resultados que arrojó el 20-D -mantenida durante meses- ha obligado, por ley, a trasladar de nuevo a los ciudadanos y ciudadanas la responsabilidad que no quisieron o no supieron asumir los líderes de las formaciones, por lo que serán las urnas las que deban valorar la actuación, compromiso con la voluntad popular, grado de culpabilidad con la situación y -programa y discurso en mano- las propuestas concretas y reales que plantea cada grupo para atajar la situación. Hoy, por tanto, es un día decisivo tras una campaña repetitiva hasta la saciedad como colofón a los seis meses de inestabilidad y confusión política que siguieron al 20-D. Tan sólo a última hora el escándalo de las grabaciones del ministro Fernández Díaz y la inesperada decisión de los ciudadanos del Reino Unido de abandonar la UE han añadido novedad a unos discursos reiterados cansinamente desde hace más de medio año. Pero ni siquiera ello ha logrado aclarar los ejes sustanciales de la acción política que proponen al electorado los principales candidatos de ámbito estatal, ni mucho menos despejar la incertidumbre que augura un resultado electoral de difícil gestión política como ya ocurriera hace seis meses. Todo parece indicar que será obligado un diálogo multipartito y alcanzar acuerdos de estabilidad institucional para que un candidato llegue a Moncloa, algo que apenas se ha abordado con un mínimo grado de rigor, sinceridad y realismo durante la campaña. Además, de los resultados de hoy se pueden derivar consecuencias claves para el modelo de convivencia de Euskadi, algo que ha vuelto a estar clamorosamente ausente durante todo este tiempo, porque en realidad no está en la agenda de los cuatro grandes partidos, que a lo sumo compiten en matices sobre el grado de recentralización y recorte del autogobierno que aplicarán en el Estado. Los vascos, por tanto, nos volvemos a jugar mucho en estas elecciones sobre nuestro nivel de autogobierno y bienestar y sobre la capacidad de influencia que puedan tener nuestros representantes en Madrid.
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