La constatación de una realidad social en la que sus sistemas de protección no pueden emprender la recuperación en las capas donde la pobreza azota con mayor intensidad implica una alerta a futuro que no debe hacer caer a los poderes públicos, a los agentes socioeconómicos ni a la propia sociedad en la inercia o en la teoría de la falta de opciones. El informe elaborado por la Fundación Foessa, presentado por Cáritas sobre la transmisión intergeneracional de la pobreza certifica los avisos que vienen lanzando asociaciones y oenegés sobre la cronificación de la misma a largo plazo y que anuncian irremediablemente un futuro sin opciones en la transmisión de la pobreza y la exclusión de padres a hijos. Una circunstancia que se enquista y en la que elementos en otros tiempos tractores como la formación y el empleo no pueden ejercer ahora de palanca para avanzar en la situación y empezar a construir un futuro distinto, es decir, con opciones alrededor de una situación que abarca realidades múltiples: desde las familias convencionales, a las monoparentales, locales o inmigrantes con o sin red de apoyo. Un abanico donde los menores, sin ayudas sociales directas, encarnan el eslabón más frágil de la sociedad en un contexto de pobreza cuyo presente parece inexorablemente condicionar su futuro como así señalan entidades que trabajan en los espacios de la acción social y que llaman la atención sobre que solo dos de cada diez niños pobres dejará de serlo en la etapa adulta. La espiral de la pobreza, no obstante, puede romperse, según Cáritas, no solamente con una única vía de actuación como la contención de su incremento a través de las ayudas públicas como la RGI, sino con la intervención de factores externos dispuestos a actuar en los ámbitos donde se asientan estructuralmente las dificultades y que instauran, sin opciones, un ciclo perpetuo: vivienda, empleo, y educación. Ejes en los que trabajar para la puesta en marcha de políticas sociales de importante inversión pública que establezcan una base firme y, por tanto, opciones para que los supuestamente condenados a esta herencia puedan ver frenada esta transmisión y, por tanto, romper la brecha de la desigualdad haciendo real el mito de la igualdad de oportunidades en este, el que llamamos nuestro primer mundo.