La consumación del rechazo de la CUP al proyecto de presupuestos presentado por el Govern de la Generalitat que preside Carles Puigdemont, uniendo sus votos a los de Ciudadanos, PSC, Catalunya Sí que es Pot y PPC, que también habían presentado enmiendas a la totalidad, no es sino la cuña que agrieta la precaria estabilidad institucional catalana y, pese a la prudencia de Puigdemont, arroja mucho más que una sombra de duda sobre el incipiente proceso hacia la independencia. La decisión de la CUP es, en primer lugar, incoherente con lo que ha sido su pretensión política de ejercer como salvaguarda del procés ante lo que la formación anticapitalista ha venido considerando riesgo de tibieza independentista de la coalición Junts pel Sí (CDC y ERC) que forma el gobierno. Y es incoherente porque aun si las decisiones en torno al proceso de desconexión podrían no verse afectadas dada la mayoría soberanista en el Parlament, sí lo hace la confianza entre las fuerzas que sustentarían dicho proceso, algo letal para la imprescindible unidad de acción en la mayoría parlamentaria que un proyecto político de tamaño calado exige. La enmienda a la totalidad de la CUP a las cuentas, además, debilita y expone al gobierno que debería dirigirlo, con lo que mina al proceso mismo y no deja a Puigdemont más salida que tratar de recuperar esa fortaleza a través de la moción de confianza a que, según anuncia, se someterá en setiembre y en su defecto o en consecuencia a través de otras elecciones, lo que en todo caso y cuando menos supondría un punto y aparte en en el camino independentista. Pero es que el rechazo total de la Candidatura d’Unitat Popular a los presupuestos de Puigdemont supone también una ruptura con la trayectoria de su crecimiento político, paralelo a su compromiso institucional y a las pizcas de pragmatismo con que venía mezclando un extremismo ideológico que ya careció de reparos en arriesgar el proceso cuando se negó a apoya a Artur Mas. Y es también incongruente con sus reivindicaciones socioeconómicas, toda vez que obliga a prorrogar unos presupuestos, los de 2015, que la propia CUP consideraba ayer peores que el proyecto presentado por el Govern y que condicionan el impulso de la actividad y no garantizan los servicios y prestaciones sociales que la formación anticapitalista pretende defender.
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