Su triunfo en las primarias del Partido Republicano en Indiana y, sobre todo, la renuncia a la disputa de la nominación del candidato del Tea Party, Ted Cruz, sitúan al histriónico multimillonario neoyorquino Donald Trump como virtual candidato a las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Aunque la obtención de prácticamente todos los 57 delegados de Indiana a la convención republicana a celebrar el 18 de julio en Cleveland no le dan la mayoría de 1.237 delegados necesaria -llegó a Indiana con 996 por lo que aún necesitaría más de 180-, el abandono de Cruz sí hace casi imposible que no los consiga como muy tarde el 7 de junio, en las votaciones de California, que reparte 172 delegados y donde Trump llevaba 15 puntos de ventaja, y New Jersey. En otras palabras, se desvanece la posibilidad de una “convención disputada”-en la que ningún candidato se presenta con mayoría de delegados, lo que no sucede desde 1952- que pretendía el aparato republicano para permitir otra alternativa, quizá el gobernador de Ohio, John Kasich, que sigue en la carrera pese a haber ganado solo en su estado. Ayer mismo, el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, no tenía más remedio que admitir que Trump es “el probable nominado” y pedir unidad a su partido. Ahora bien, esa más que “probable” candidatura de Trump, que se lograría a pesar del partido al que pretende liderar y que estaría basada en un discurso social y polìticamente incorrecto y populista al que han sido especialmente receptivos estados como Indiana, Illinois, Michigan o Pensilvania -en los que la desindustrialización y la crisis económica han tenido una especial incidencia-, parece beneficiar sobre todo a Hillary Clinton. Pese a perder de nuevo en Indiana ante Bernie Sanders, la ex secretaria de Estado goza de una amplia ventaja para la nominación demócrata y todas las encuestas le dan favorita ante Trump, a quien le costará que las amplias capas sociales enojadas con la clase política -enojo que parece global en el mundo desarrollado- que le han apoyado traspasen la frontera de otorgarle la responsabilidad de gobernar. Como hasta ahora se han encargado de proclamar los mismos republicanos, es demasiado riesgo que Trump pueda ser presidente. O, en palabras de ayer mismo de la popular senadora demócrata Elisabeth Warner, que el “cocido tóxico de odio e inseguridad de Trump llegue a la Casa Blanca”.
- Multimedia
- Servicios
- Participación