La celebración del Primero de Mayo en las calles sirvió ayer de escenificación para el arranque de la larga campaña electoral que se avecina hasta el 26-J tras la lamentable constatación, sustentada durante cuatro meses, de la incapacidad de los partidos para formar gobierno en el Estado. Más allá de algunas imágenes insólitas -como la de representantes de Ciudadanos desfilando entre banderas rojas-, el día del trabajador estuvo marcado por la presencia en las tradicionales manifestaciones sindicales de numerosos líderes y dirigentes políticos -los mismos que han fracasado rotundamente en las negociaciones- y, además de por las genuinas reivindicaciones netamente laborales, también por los mensajes puramente electoralistas. Todo ello se produce en vísperas de que mañana mismo, 135 días después de las elecciones del 20 de diciembre, se produzca la disolución del Congreso y del Senado y la convocatoria de nuevos comicios para el 26 de junio, poniendo fin, así, a una legislatura absolutamente estéril no solo desde el punto de vista meramente legislativo sino también respecto a todo lo que tiene que ver con la cultura democrática y que ha minado aún más la confianza de los ciudadanos en los partidos y en los políticos. Una legislatura, la undécima, inexistente en la práctica pero que sin duda va a tener un importante coste económico, además del político. Gastos de funcionamiento ordinario, salarios de diputados y senadores -viajes incluidos-, indemnizaciones, organización y realización de los nuevos comicios, campaña electoral... facturas que vamos a pagar todos los ciudadanos. En la entrevista publicada ayer en DNA, el politólogo y doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford, Ignacio Jurado, aseguraba que, tal y como prevén todos los sondeos, es posible que los resultados electorales que se produzcan el 26-J sean muy similares a los del 20 de diciembre, pero, en cambio, “nosotros no seremos iguales”. En efecto, esta legislatura fallida va a dejar huella en la ciudadanía y es de esperar que también sirva de revulsivo para los partidos y líderes políticos. Una vez asumido el fracaso y el regreso a las urnas, es necesario mirar hacia adelante extremando, eso sí, la exigencia democrática a los dirigentes y formaciones para que el nefasto espectáculo de estos últimos cuatro meses no vuelva a repetirse.