El descenso sostenido en la tasa de delitos en Euskadi durante los últimos seis años, hasta reducirse de los 42,7 a los 38,3 delitos por cada mil habitantes, y la caída del número total de los mismos el pasado año un 3,2% respecto a 2014 -año en que también se había producido una reducción del 2,3%-, bajando por primera vez de las 84.000 infracciones penales, otorga fundamento a la sensación general de seguridad que percibe la sociedad vasca pero que también se extiende a quienes nos visitan, lo que constituye un valor de país añadido. Del mismo modo, certifica que la evolución experimentada por la Ertzain-tza, tanto en medios como en modos, tiene reflejo en esa percepción y que ambos aspectos, además, van de la mano en la consecución de una sociedad más segura. Porque la extensión de la labor de investigación por parte de la Policía vasca y la necesidad ciudadana de seguridad, que hacen que la sociedad misma contribuya en su consecución, se traducen en mayores niveles de eficacia policial, hasta el punto de que todos los delitos de mayor gravedad, los once homicidios contabilizados el pasado año, han sido esclarecidos; también en el contraste de que pese a descender el número de delitos, el número de detenciones prácticamente ha aumentado en la misma proporción (+3,5%) pasándose de los 22.246 arrestos en 2014 a los 23.046 del pasado año. Que la reducción del número de delitos haya sido común a los tres territorios y a las principales ciudades de la CAV y que haya tenido una incidencia notoria en los delitos de robo, especialmente en los de viviendas e inmuebles, que son los que más preocupan a la generalidad de las policías europeas y mayores niveles de alarma social generan, también contribuye a considerar en el horizonte inmediato un cambio en la tipología delictiva y, por tanto, en la labor a desarrollar por la Ertzain-tza y otros cuerpos policiales. Así, el aumento, siquiera contenido, de los delitos de maltrato en el ámbito familiar y de los delitos contra la libertad sexual, aunque aparentemente se haya matizado la gravedad de los mismos y sea producto de la mayor concienciación social en la denuncia de los mismos, exige una creciente especialización policial en ese ámbito delictivo, una mayor imbricación entre los agentes y el entorno en que desarrollan su trabajo y, en definitiva, profundizar en la interacción social ya iniciada por la Ertzaintza.
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