hoy se pone a prueba la capacidad de diálogo de los políticos. No sé qué pasará -desconfíen de los adivinos- aunque los datos previos apuntan a que Pedro Sánchez se dará con un canto en los dientes en su pretensión de desalojar a Rajoy de La Moncloa. La cosa no pinta bien para el socialista, a priori. De momento, nadie más se suma a su pacto con Ciudadanos y ni siquiera ha habido acuerdo para definir los días de la investidura. Parece que no, que nadie tuerce su brazo lo suficiente. Quizá sea vana la esperanza de que los políticos hablen y negocien por el bien común. De hecho, mal ha empezado la legislatura con ese ruinoso espíritu que intentó mandar al gallinero a Podemos y que ahora nos obligará a trasnochar el viernes para conocer si habrá un Gobierno dos meses largos después de las últimas elecciones. El único argumento al que cabe acogerse para esperar una sorpresa es la evocación de lo ocurrido en Catalunya con acuerdos que parecían imposibles un minuto antes. Veremos. En todo caso, espero que si finalmente nos someten a la tortura de unas nuevas elecciones al menos nos ahorren una nueva campaña, que a todas luces será mentirosa como no se cansan de demostrarnos. Sería muy difícil soportar otro sainete parecido. Y para estar en las mismas, además.