Este país de todos los demonios, como lo llamaba el poeta Gil de Biedma, está ya agotando la paciencia del personal, con su incapacidad para formar gobierno. Rondas y más rondas de visitas al rey, reuniones en la cumbre y más reuniones en la cumbre, conversaciones y más conversaciones, líneas rojas y más líneas rojas. Los periodistas encantados porque tienen tema permanente sin discurrir mucho y la parroquia inquieta, preocupada y más que aburrida. Si sigue esto así una semana más, habrá quien proponga meter a todos los padres y madres de la patria en una habitación cerrada a cal y canto, sin retretes ni cualquier otra posibilidad de desagüe, con la calefacción a tope y un depósito de agua bien fresca con un grifito y un solo vaso para todos. Y así sin poder salir hasta alcanzar un acuerdo.
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