se avecina la Copa, el torneo en el que el Baskonia comenzó a hacerse grande y que sigue despertando especial cariño en los corazones de sus aficionados. Aquel tercer puesto en 1993 con Iñaki Iriarte a los mandos que permitiría competir en Europa y después alzar el hasta ahora único trofeo internacional en las vitrinas baskonistas, el subcampeonato del año siguiente ante el Barcelona que supo a afrenta después del derechazo de Massenburg sobre Ramón Rivas y la expulsión de nuestro animal Ken Bannister. Por cierto, Perasovic fue elegido como el mejor jugador en aquella edición. Pese a la derrota, el Baskonia de Manel Comas se había hecho mayor y ganó por fin el año siguiente en la final al Zaragoza después de tumbar al Joventut y al Real Madrid. Grandes jugadores, enormes equipos y un orgullo desbordado. No es de extrañar que la Copa sea un título tan especial para los alaveses. Por eso la ausencia del año pasado fue tan dura, por eso se mascullaba en las cada vez más despobladas gradas del Buesa Arena un declive descorazonador. Y por eso mismo, el inesperado repunte experimentado en los últimos meses ha devuelto la ilusión a una hinchada, de nuevo, convencida de que su equipo no se lo va a poner fácil a nadie. Ya no vamos a Galicia a ver qué pasa. ¡Que se preparen!