La reunión entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, para tratar de la crisis de los centenares de miles refugiados que llegan a la Unión Europea desde Oriente Medio, especialmente desde Siria, a través de Turquía; es la última evidencia de la exasperante lentitud con que Bruselas y Damasco afrontan la que quizá sea la mayor crisis humanitario del último medio siglo. Tras meses de ignorar un problema evidente, dado que en junio de 2015 las peticiones de asilo ya se habían incrementado en la UE un 37%, la presión social tras las muertes de refugiados en el Mediterráneo -especialmente de niños- hizo que la Unión Europea aprobara a regañadientes hace ya casi cinco meses, el 22 de septiembre, unas cuotas de acogida de refugiados por Estado-miembro cuyos objetivos no pueden estar lejos de cumplirse porque ni siquiera puede considerarse iniciado el proceso de asilo. La incapacidad propia para resolver la crisis -por la que el pasado año llegaron a europa más de 800.000 refugiados- y asimilar los costes sociales de la acogida, hizo que los Veintiocho aprobaran posteriormente, hace ya más de dos meses, el pasado 29 de noviembre en Bruselas, la entrega de 3.000 millones de euros a Turquía para que fuese este país quien enfrentara en su interior la atención a los refugiados que huyen de la guerra siria. Sin embargo, no fue hasta el pasado miércoles 3 cuando la Unión Europea acordó el reparto de esa responsabilidad económica -la Comisión aportaba 1.000 millones, Alemania, 427; Gran Bretaña 330, España 153...- y aún ayer Merkel exigía agilizar la utilización de esos 3.000 millones en la atención al contingente de refugiados sirios en Turquía, incrementado de modo alarmante los últimos días ante la ofensiva y los bombardeos rusos sobre Alepo. Al tiempo abogaba, sin embargo, por incluir a la OTAN en las labores de control de la “inmigración ilegal” (sic) que lleva a cabo la misión europea Frontex en el Mediterráneo. De hecho, el anuncio de que Alemania y Turquía lo propondrán así en la reunión de ministros de Defensa de la OTAN de mañana y pasado no advierte sino de la posible militarización de la frontera exterior de la UE que, sumada a las críticas a la intervención rusa en Siria y al enfrentamiento turco-ruso tras el derribo del caza a finales de noviembre, haría temer una escalada militar de imprevisibles consecuencias.