El PP ha perdido tres millones de votos. Un hecho constatable y ello supone un fracaso rotundo a pesar que ha ganado las elecciones generales de este 2015. Los populares deben hacer auto crítica. Durante cuatro años los ciudadanos confiaron en que Mariano Rajoy reorientara no solo la economía si no que mejorara la democracia. No era prioritario reformar la Constitución como en numerosos debates, a lo largo de la legislatura pasada, se ponía de manifiesto. Lo prioritario entre otras cosas era modificar la ley electoral en el capítulo de la gobernabilidad.
Una reforma que permitiría ahorrarnos a todos disputas políticas de la que nadie se beneficia. Aunque no debemos olvidar la reivindicaciones ciudadanas en la que se señala un ciudadano un voto. Un hecho que no sucede en nuestro país debido a la ley electoral.
Una de las debilidades que tiene nuestro sistema político es la gestión de la voluntad de los ciudadanos expresado en las urnas. Era una de los temas que debía abordar el ejecutivo popular. Hasta ahora se había pospuesto legislar cómo llevar a la práctica de manera adecuada la palabra que emiten los ciudadanos por medio de las urnas.
El PP ha sido incapaz de llevar a cabo, en estos cuatro años, la modificación de la ley electoral a pesar de tener mayoría absoluta. Ha dejado pasar el tiempo y su dejadez le ha traído consecuencias. Su victoria en los comicios no le sirve porque podría haber alianzas que retorcieran la voluntad ciudadana.
Que las alianzas dieran al traste con lo que los ciudadanos han elegido todo gracias a la desidia en la gestión gubernamental del PP.
La confianza que depositaron los ciudadanos en el PP, en el año 2011, ha sido traicionada. Mariano Rajoy no solo ha defraudado a los ciudadanos si no que a la vez se ha perjudicado de forma clara. Si no consigue gobernar España, a pesar de haber ganado las elecciones, sería una gran debacle para el PP.
Un hecho que de suceder debería tomar una decisión clara el presidente del PP y candidato a la presidencia del país. Una decisión que no es otra que dimitir. Un político que ha tenido en sus manos la continuidad en la gobernabilidad del país y no lo ha conseguido debe hacer las maletas y marcharse a casa. Es lo que un político íntegro y con responsabilidad haría.