leí de un catedrático catalán que en la actividad política había que elegir entre formar parte de una gran fuerza política con pocas ideas -o lo bastante flexibles y difusas para abarcar un amplio espectro- pero mucha implantación -social y electoral- o bien estar en un partido con muchas y muy enraizadas ideas, pero con pocos votos. Y este esquema funcionaba de tal suerte que las posibilidades de medrar pasaban necesariamente por ir de gregario -sin demasiadas ideas- en uno de los grandes partidos y procurar no moverse de la foto a la hora de elaborar las listas electorales. Pues bien, todo este esquema quizás se esté quebrando desde anoche y la correlación entre ideas y apoyos se empiece a equilibrar.