supongo que ya se han enterado de la lacrimógena historia de los viejecitos pensionistas a los que el Gobierno quiere cobrar impuestos. Se trata de los que hicieron de extras en Ocho apellidos catalanes, a los que la productora pagó y hasta les dio de alta en la Seguridad Social con la consiguiente incompatibilidad entre ese contrato, por muy ocasional que sea, y las pensiones de jubilación. Resulta que los viejitos se quejan de la inmisericorde persecución gubernamental y hay ciertos medios que le dan pábulo a la historia mostrándose, además, muy comprensivos con las quejas ciudadanas. Pues no lo entiendo, la verdad. O sea, ¿por qué yo tengo que pagar impuestos -por trabajar, si me toca la lotería o si gano algún premio en un concurso- y esos pensionistas no? ¿Porque son viejos? ¿Porque no era demasiado dinero? Que me definan dónde está la frontera entre joven, adulto y viejo y que también precisen a partir de cuándo se deja de pagar impuestos. Igual me convencen, aunque lo dudo. Desde mi punto de vista, mejor sería gastar nuestras energías reivindicativas en mosquearnos porque a los comunes y corrientes nos asan a impuestos mientras que a los poderosos les anmistían o les permiten eludir los pagos a través de evasiones, sicav o similares.
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