La Comisión Europea y el comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, acaban de dibujar, con trazo exacto, la realidad económica de lo que el Gobierno español presidido por Mariano Rajoy se ha esforzado en vestir dialécticamente como recuperación: España es, tras un país en bancarrota, Chipre, el Estado miembro con mayores desequilibrios económicos de la Unión Europea, igualado con los dos rescatados, Grecia y Portugal. El Mecanismo de Alerta europeo, el informe que detecta y describe las fragilidades macroeconómicas de los miembros de la UE a través de 14 indicadores, afirma que España suspende en siete de ellos. Y no cualquiera: tasa de desempleo del 25%, desempleo de larga duración cuatro veces el sostenible, desempleo juvenil siete veces el recomendable, deuda disparada (99% la pública, 166% la privada) y deuda externa que triplica el límite fijado por la Comisión. Por si cabía alguna duda, Europa ha denunciado también el incremento de la desigualdad social y la pobreza y ha dejado claro, a un mes de las elecciones del 20-D, que aquella pretensión de Rajoy de fundamentar la campaña electoral de su presunta reelección en su buen hacer en el impulso a la economía no tenía -no tiene- base real. Y con la inestimable colaboración de la errada ansia de Pedro Sánchez por ser considerado un estadista, el PP ha tenido que utilizar -además de todos los medios (de comunicación) en edulcorar la imagen de Rajoy- los temas tótem en los que había apoyado siempre su discurso electoral: primero, la defensa de la unidad de España, esta vez a raíz del procés catalán y la declaración soberanista del Parlament, que sin embargo pasa a segundo plano con la suspensión por el TC y los problemas de Artur Mas para ser investido pero, sobre todo, tras los dramáticos atentados de París. Y a partir de ellos, la lucha contra el terrorismo, en este caso yihadista... pero evitando la parte que es tabú en la estrategia popular desde 2001 porque retrotrae a las mentiras del Gobierno Aznar (y de Rajoy) en el 11-M: la participación directa en un conflicto bélico. La que dicen recuperación de Pedro Arriola ya casi en noviembre en la dirección de campaña del PP junto a Jorge Moragas no sería una casualidad en esa interesada y burda utilización electoral. Parafraseando a James Carville, el estratega de Clinton que arruinó la reelección a George Bush padre en 1992, es “la economía, estúpido”.