nunca antes, al menos desde que yo recuerdo, había levantado tanto interés una carrera de motos. Aún no sé las audiencias, aunque seguro que el Gran Premio de Cheste batió ayer todos los récords imaginables en este deporte. Y el principal culpable de esta inusitada expectación es Valentino Rossi, probablemente el mejor piloto de todos los tiempos. Ha ganado nueve mundiales en MotoGP y ayer se jugaba el décimo. Partía el último en la salida, castigado por derribar a Márquez en la carrera anterior. Un gesto que ha suscitado todo tipo de debates y ha espoleado las posturas a favor y en contra del italiano. Il dottore ha conseguido durante los últimos quince días relegar al fútbol y a la crisis en las tertulias de bar. Que si lo tiró, que si no fue una patada, que si tenía razón al denunciar el complot entre españoles, que si se ha caído un mito... Total, que todos pegados a la tele a la hora de comer con la secreta esperanza de que Rossi remontara hasta el pelotón de cabeza y acelerara los corazones en una pelea a muerte con Lorenzo. Era casi imposible y, efectivamente, se quedó anclado en la cuarta posición. Parecía que la polémica tocaba a su fin pero el italiano ya calienta la próxima temporada restándole valor al título de su compañero de equipo. Sin duda, las motos son ahora mucho más interesantes.