Quizá para las nuevas generaciones el film debería acompañarse de un pequeño documental previo de escasos cinco minutos donde se presente el marco histórico, el Gobierno de Perón y su mujer Eva, el ascenso político y la confianza depositada en algunos mandos militares que serían luego protagonistas de las décadas más sanguinarias de Argentina, la dictadura militar del comandante Jorge Videla y la república democrática de los presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem, así como también pudiera traducir algunos términos propios del lenguaje descriptivo argentino o el significado de algunos símbolos.

El director y el guionista han intentado condensar en 100 minutos de cinta todos los aspectos que identifican al padre Jorge: su preferencia por el transporte público, su afición al fútbol, su opción por los pobres, su posicionamiento cauto pero firme ante la dictadura de Videla, su carácter socarrón, su gusto por el mate, su imagen de cura de parroquia que conoce y llama a los fieles por su nombre, come en sus casas y recuerda las penas de cada uno.

Los fieles de la Diócesis de Vitoria tienen la oportunidad de ver una película que complementa y ayuda a entender por qué Bergoglio es hoy el Papa Francisco, por qué sigue calzando sus zapatos negros o por qué le sigue gustando que le llamen padre Jorge.