la constatación de que el Ministerio del Interior habría vetado la presencia en el homenaje realizado el martes en Martutene a los tres funcionarios de prisiones asesinados por ETA entre 1990 y 1997 -Ángel Mota, José Domínguez y Francisco Javier Gómez Elósegui- de algunos de los invitados propuestos por los familiares de los homenajeados -alguno de ellos víctima y amenazado él mismo- viene a confirmar que, un lustro después del anuncio del fin de la violencia de ETA, el indeseable vicio de la utilización política del dolor no se ha corregido aún en ciertos ámbitos partidarios. La rastrera exposición mediática de la lista de víctimas enviada por la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco a los ayuntamiento por incluir a 21 presuntos miembros de ETA o de los Comandos Autónomos en cuyo fallecimiento concurrieron circunstancias no esclarecidas y necesitadas de investigación -obviando que también en las listas del Ministerio del Interior se incluyen al menos 13 casos similares- es otra muestra de que esa utilización trasciende de la dialéctica política y se pretende extender a la sociedad. Esta dinámica perversa conduce a una confusión que sólo puede ir en detrimento de las propias víctimas de la violencia, de cualquier violencia. Y constatarlo o denunciarlo porque se entienda como una absoluta falta de ética no supone, en ningún caso, obviar la necesidad de exigir una petición de perdón y una admisión del dolor causado a todos aquellos causantes de la violencia que aún no han reconocido la amoralidad de su trágico error. En realidad, se puede y se debe aborrecer al mismo tiempo la utilización de la violencia con fines políticos y la utilización con fines políticos del drama causado por esa violencia, aun sin pretender situar ambas en idéntico plano, pese a que ambas pretenden obtener similares réditos políticos del dolor ajeno. Y se puede y se debe en realidad escuchar siempre a las propias víctimas, en toda su pluralidad, más todavía cuando superan ese dolor y esas distancias ideológicas para unirse en una petición conjunta. Es el caso del grupo del informe Eraikiz que, firmado por 15 víctimas de violencias de diferentes signo, pretende superar el actual estadio de reproches entre fuerzas políticas desde la admisión básica y simple, por todos, de que matar estuvo mal.