hoy arranca en la mayor parte de los centros escolares de la CAV -entre ellos, los que acogen a más de 50.000 alumnos alaveses- un curso marcado por las incertidumbres de todo lo que rodea la aplicación de la contestada y controvertida Lomce y, al mismo tiempo, por los retos pedagógicos y curriculares que aborda el sistema educativo vasco, con la vista puesta en la próxima elaboración de una ley propia. La comunidad educativa y la propia administración se han venido autoimponiendo durante las últimas décadas una alta exigencia para mantener los ratios de calidad por los que históricamente se ha destacado la enseñanza vasca, tanto en los resultados académicos y la innovación pedagógica como en el papel de la escuela como motor de cohesión social, transmisión de valores y competencias lingüísticas. E igualmente en los procesos de inserción sociolaboral y adecuación al mundo de la empresa que tradicionalmente ha impulsado la FP, que en Vitoria-Gasteiz adquiere una especial relevancia por su peso específico. A estos retos se suma ahora la necesidad de sortear la aplicación de la ley Wert. De hecho, el curso pasado ya estuvo marcado por el plante que realizaron numerosos centros escolares. Este objetivo requiere un esfuerzo añadido por parte de las direcciones de los centros y de los propios docentes para contrarrestar el empeño uniformizador y el sustrato ideológico que impulsó el ministro José Ignacio Wert a través de esta ley orgánica, cuyo desarrollo futuro está por otra parte en jaque ante la debilidad política del Gobierno del PP. Todo son incertidumbres e improvisaciones. Por de pronto, el inicio de este curso ya ha venido precedido en los últimos días por las dificultades que han encontrado las editoriales para distribuir aquellos libros de texto que han tenido que adaptarse, que llegarán con retraso. Es sólo una muestra más del despropósito que está suponiendo la Lomce, lo que ha llevado al Departamento que dirige Cristina Uriarte a limitar su impacto e implementar sus propios programas como el plan Heziberri 2020, que sitúa a la educación vasca en las líneas estratégicas establecidas en el marco europeo. Así, el curso que se inicia debe servir para confirmar la fortaleza del sistema educativo vasco, pero también para prepararlo ante importantes retos de futuro.