la expectativa levantada por el reiterado anuncio de Mariano Rajoy de poner en marcha cambios importantes en el PP y el Gobierno tras el varapalo electoral en el 24-M se quedó en muy poco. En otro ejercicio de marianismo en estado puro, compareció otra vez a través del plasma televisivo y anunció unos cambios menores en la segunda línea del partido, manteniendo a los intocables María Dolores de Cospedal y Javier Arenas. Sí destacó la incorporación de Javier Maroto al aparato del partido en un cargo creado ad hoc, con una secretaría de nombre difuso y sin contenido efectivo, pero como un significativo gesto simbólico a modo de desagravio tras ser descabalgado de la Alcaldía de Vitoria. A su vez, ante el evidente desgaste y creciente descrédito que arrastra el núcleo duro de Génova, Rajoy visualizó que tomará directamente las riendas de la dirección electoral al poner al frente de la campaña a su sombra en el gabinete en Moncloa, Jorge Moragas, y nombrar portavoz del partido al joven mediático Pablo Casado en sustitución de Carlos Floriano, una cara quemada por sus numerosos desatinos en las respuestas por los escandalosos casos de corrupción que han atosigado a la dirección del PP. En definitiva, al más puro estilo Rajoy, los cambios han sido mínimos y de poco calado en la cúpula del PP. De los también anunciados cambios en su Gobierno, donde Alfonso Alonso acecha como posible hombre fuerte, el presidente no dijo nada. El anuncio de los cambios en la ejecutiva popular vino ayer precedido de un breve análisis de los resultados electorales del PP, aunque Rajoy trasladó una pobre argumentación que se limitó a airear lo que son obviedades políticas desde hace muchos meses. El presidente sostuvo que las políticas de ajuste y “algunos casos de corrupción” -como si de una anécdota se tratara- han hecho perder votos al PP por el centro. De los recortes y sus consecuencias para la sociedad y de los escándalos de corrupción que asuelan al PP apenas se limitó a citarlos de pasada. Sin autocrítica y sin querer entender el valor real de estas cuestiones en la pérdida sangrante de apoyo ciudadano al PP. Es difícil pensar que con ese discurso el PP pueda retomar impulso para afrontar en mejores condiciones las elecciones generales de noviembre. Escuchándole tras el plasma, más bien parece que Rajoy sigue sin enterarse.
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