inaugurar obras o cortar cintas es tan viejo como la política misma y no será tan caduco cuando los alcaldes, por muy 2.0 que sean, recurren a la receta de proclamar desde el balcón aquello de como alcalde vuestro que soy... En política -lo dicen desde McLuhan hasta Lakoff- los trucos de apariencia son incluso más importantes que la realidad misma. Recién inaugurada la flamante terminal de la plaza Euskaltzaindia, Maroto se ha apresurado a inventarse otra estación -ahora de tren- donde está la actual en la calle Dato. O mejor, a sacarse de la chistera una vistosa infografía. No es el primer alcalde o benefactor de esta ciudad que ha descubierto las rentables virtudes que tiene pintar sobre un papel el garabato de algún proyecto, vendérselo a la prensa amiga envuelto en celofán, ponerse la medalla y guardarlo luego en el cajón del olvido porque no tiene quién se lo pague. Y así tenemos ya en Vitoria otro bucle girando en torno a la ubicación de la estación de tren. Entre la gracia improvisada por el alcalde, la salida de la consejera de plantarla en el puente de las Trianas, el chiste del subdelegado de llevarla a Arkaute o las ocurrencias que no llegarán todavía, la retahíla sobre otra estación está servida. Se admiten ideas y prepárense, porque conociendo el percal municipal de Vitoria, esto va para varios años.
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