El líder supremo de la República de Irán, el ayatolá Ali Jamanei, ha dicho que el acuerdo marco alcanzado entre su país y la delegación de las potencias mundiales (EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) que han negociado el control del programa nuclear iraní no significa nada y que será la negociación sobre los detalles del plan la que determine el éxito o el fracaso de las conversaciones. Las palabras del ayatolá pueden tomarse como un jarro de agua fría sobre el acuerdo y el optimismo con el que ha sido vendido. Pero el hecho cierto es que es ahora cuando llega la fase más sensible del plan, que lleva por nombre Parámetros para un Plan de Acción Integral Conjunta en Relación con el Programa Nuclear de la República Islámica de Irán. Vista la complejidad del desafío no cabe desdeñar lo conseguido hasta ahora. Entre otras condiciones, fija normas y límites al programa nuclear de Irán con criterios sobre el número de centrifugadoras, los tipos de reactores a emplear o la cantidad y la calidad del uranio a enriquecer. El compromiso atañe también a las inspecciones que se realizarán para controlar el cumplimiento de los acuerdos. A cambio, el Estado persa obtendrá el fin de las sanciones que lastran su economía de forma grave. Ante un posible incumplimiento de lo firmado, la comunidad internacional se reserva el margen temporal de un año para reaccionar en el caso de que Irán caiga en la tentación de burlar el acuerdo con el propósito de fabricar armamento nuclear. A partir de ahora, se abre un plazo de tres meses para concretar los compromisos adoptados en esta primera fase. Uno de los puntos clave será el ritmo al que tienen que ser retiradas las sanciones económicas. Irán las quiere eliminar a la firma del pacto, mientras que al otro lado de la mesa se piensa en acompasar su desaparición al progresivo cumplimiento de los acuerdos. La duración del pacto o cómo actuar ante la sospecha de que Irán no cumple lo acordado son escollos que pondrán a prueba las conversaciones. Pero el éxito final depende también de otros factores, como las presiones a Obama desde las filas republicanas; la postura de Israel, donde Netanyahu acaba de ganar las elecciones apoyándose en su frontal oposición al pacto con un régimen que aspira a borrarlo del mapa; o el conflicto de Yemen, que vuelve a situar a Estados Unidos y a Irán frente a frente en medio de una región convertida en polvorín con intereses entrecruzados entre todos los países implicados y afectados por esta diálogo.