La causa vale la pena, eso seguro. Cualquier acción contra la pobreza es necesaria. Pero no firmo. Bueno, en realidad, ni siquiera me paro y eso que la gente que me lo solicita lo hace con una sonrisa y educación. Me siento fastidiado cuando me alejo, pero tengo por costumbre no participar en estas cuestiones por eso que nos da a los periodistas a veces de intentar no mojarnos en las cosas a determinados niveles, no por una cuestión de falsa objetividad sino por no terminar firmando hasta en la solicitud del paso de cebra dos metros más allá que promueve el vecino del quinto del edificio contiguo. Pocas veces he roto esa idea, que puede ser tomada por egoísta y demagógica. La última fue con la campaña de Fracking Ez para llevar al Parlamento Vasco su voz, no tanto por estar en contra de esa práctica (que lo estoy radicalmente) sino por recordarle a las instituciones que, aunque se suelen pasar la participación ciudadana por el forro de aquella parte, ésta existe, más allá de que los mecanismos para hacerse real sean propios de una dictadura. De todas formas, mientras me distancio del puesto de Pobreza Cero, me digo a mí mismo que igual ha llegado el momento de replantear mi posición. Sobre todo si aparece una plataforma de Neuronas + Justas.