Igual que hay noticias que le reconcilian a una con la vida y el ser humano, otras dan ganas de coger el lanzallamas. Me ha pasado viendo en los informativos y los periódicos a Domitila Vicente, una señora afectada por las jodidas preferentes y por varias dolencias que le obligan a caminar con andador. Y tiene 82 años. Los tres elementos son importantes, porque Domitila acaba de rendir cuentas en los juzgados de Pontevedra, donde ha recurrido una multa de 200 euros que le impuso la Guardia Civil en julio de 2013 por saltarse un cordón policial y presunta “conducta violenta” al “alterar el orden público”. Todo ocurrió durante una protesta de víctimas de participaciones preferentes en torno al Concello de O Rosal. Tela, telita, tela. Le he visto a Domitila, con su andador en los pasillos del juzgado, con su camiseta naranja reivindicativa a sus 82 años. Hay que joderse. La vida no suele ser blanco o negro, pero a veces la frontera está muy clara. Domitila, en el juzgado, con su camiseta naranja y su andador, está en el lado de la dignidad. Las instituciones, organismos y personas, públicos y/o privados, que provocan y permiten que Domitila pase por el doble trance de sufrir las preferentes y de exponerse a este proceso judicial, en el de la vergüenza y la ignominia.
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