Otra Semana Santa que se me escapa Quo vadis?. He repasado mi cuaderno de bitácora y observo con preocupación que el fenómeno se ha repetido en los últimos años. No me atrevo a achacar la laguna cinematográfica a los compañeros programadores porque, ciertamente, en los escasos ratos que estos días he parado ante el televisor admito haber picoteado sin demasiado interés algún ratillo de Ben-Hur. Concretamente una escena previa a la célebre carrera de cuadrigas, cuando el jeque que patrocina a Judá-Heston visita a Messala y sus colegas romanos en los baños y les enreda para apostar, gran momento de manipulación que no recordaba. También pesqué Los Diez Mandamientos, pero es que ni con Yul Brynner consigo superar el sopor de esta película. Así que ando un poco como vaca sin cencerro, otro año sin mi Nerón favorito y sin la leal Actea -“has vivido como un monstruo, muere como un emperador”-. Eso sí, procesionar hemos procesionado, aunque haya sido paganamente, al ritmo de los visitantes plano en ristre. Me quedo con una pareja extranjera algo despistada y sobrepasada ante una magna barra de pintxos que un cuarto de hora después había superado su temor al terreno ignoto y, olvidada ya primera demanda de huevos revueltos, se entregaba con pasión al producto local. Ellos encontraron el camino.
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