Nuestro protagonista se llama Edward Parker. Edward tiene 89 años y padece demencia. El catálogo de crueldades que la vida tiene preparado para cualquier persona es amplio y variado, no pretendo establecer una escala. Pero aquellas que conllevan perder recuerdos son como soltar amarras. El barco que zarpa no puedo ni imaginar cómo se siente; pero el que queda en puerto ve a la persona querida alejarse poco a poco, consciente de que se queda en el muelle convirtiéndose solo un punto sin rostro en el horizonte. Edward era electricista y trabajaba en 1950 en la restauración del Palacio Lambeth, dañado por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial sobre Londres. Un día, se le cayó la cartera tras una gran estantería. La puñetera era inalcanzable. Y allí se quedó. 65 años. Hasta que unos nuevos trabajos de restauración la rescataron. Algunas fotos, tarjetas de visita, incluso los resultados de una radiografía... y una tarjeta médica -¿han leído Las cosas que llevaban los hombres que lucharon? Recomendación para el puente-; el hilo del que tirar para devolver la cartera a su dueño. El periodista que hizo este viaje cuenta que Edward se alegró al ver las fotos. Sus padres, hermanos, su mujer... Un faro en el océano.
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