Ya están aquí, ya llegaron. Las elecciones han comenzado por fin y, aunque los primeros en desvirgarse han sido los andaluces y todavía nos queda un poco lejos, pronto nos tocará a todos retratarnos ante las urnas. Partidos viejos, partidos nuevos; grandes venidos a menos y pequeños que quieren crecer rápido, ya veremos si demasiado. Alguno se quedará por el camino, aunque a día de hoy probablemente todos hayan ganado. Pero no es así, claro, y más pronto que tarde los relegados por el pueblo irán desapareciendo o intentarán recolocarse para seguir viviendo de esto. A partir de hoy se recrudece la campaña electoral con la vista puesta en las diputaciones y los ayuntamientos. La misma batalla para distintos premios, que en eso se ha convertido la acumulación de poder de un tiempo a esta parte en lugar de un sacrificio de servicio público. Y así nos va. Unos cada vez más ricos y la mayoría cada vez más empobrecidos. Hay quien sostiene que votar no sirve de nada, que la única manera de cambiar las cosas, al menos durante un tiempo, es sacar las guillotinas a las calles. Tentaciones tengo, no crean, que eso de desayunarse cada mañana con un nuevo escándalo llega a desesperar. Pero ahora llega una sobredosis de elecciones. Aparquemos un rato los cuchillos y aprovechémosla.