Si se te ocurre decir que algo va mal, ahora te llaman cenizo y negativo. Se ha puesto de moda. Hoy todo tiene que ir bien. No jodamos, que hay elecciones en juego y no sea que la realidad nos vaya a fastidiar. Yo, en realidad, si fuera político, tampoco estaría muy preocupado. La ciudadanía demuestra cada vez que puede que Tocqueville tenía su parte de razón. Abres la puerta del cercado, dejas que las ovejas anden tranquilas un rato y otros cuatro años encerradas. Pero estas cosas no se pueden decir. Porque si eso, eres de los que están siempre a la contra, queriendo restar. Así que prefiero, siguiendo la estela del querido líder en el Debate del Estado de la Nación y su oda al país multicolor de la abeja Maya, revestirme de optimismo. Ya hemos pasado lo malo, gracias a nuestros pequeños sacrificios, pero sobre todo a que hay que hacer lo que hay que hacer y hemos hecho lo que había que hacer, como dice nuestro faro de la recuperación económica. Así que citando a otro clásico del pensamiento moderno como Homer Simpson: “¡Soy un hombre mágico! ¡Del país feliz, de la casa de gominola de la calle de la piruleta!”. Vayamos, por tanto, todos a beber de la fuente de la eterna felicidad política, de esa que mata neuronas. ¿Pensar? Eso cansa.
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